·· por Eva Torres Belinchón ··
Publicado en la revista de las XIII JORNADAS DE PRÁCTICA PSICOMOTRIZ, ¿Niñas y niños difíciles? ¿Pero de qué dificultad estamos hablando? Vitoria, 10, 11 y 12 de noviembre de 2017
Traduciendo conflictos y dificultades de la Sala con niños de 3 a 6 años.
Si eres Psicomotricista seguramente puedas identificarte con algunas de las frases siguientes, si no con todas, extraídas de experiencias vividas en la sala de Psicomotricidad con niños de 3 a 6 años. Situaciones difíciles que vivimos con niños difíciles, que las sufrimos en primera persona en la soledad de la sala, y que nos vemos obligados a tratar como buenamente podemos. Son esos momentos que de vez en cuando compartimos con algún colega, y de tanto en tanto supervisamos con un profesional para que desde fuera nos ayuden a salir de ciertos atolladeros. Situaciones todas ellas que pudieran preceder a la que lleva por título este artículo: “…y nunca vienen al cuento”, como colofón final de un crisol de conflictos y dificultades.
□ “…siempre tiran el muro antes de tiempo…”
□ “…no se sienta nunca en el ritual de entrada…”
□ “…nunca quiere ponerse la etiqueta con su nombre…”
□ “…jamás derriba la muralla, ni tira torres…”
□ “… el pobre siempre llega el último a tirar la torre…”
□ “…todavía no ha salido de la zona del ritual…”
□ “…todos mis grupos son bastante difíciles / movidos / descontenidos…”
□ “…aun no accede al espacio sensoriomotor…”
□ “…todos los días muerde a alguien…”
□ “…todos los años me tocan grupos difíciles…”
□ “…va arrasando a todos los niños…”
□ “…se pegan todo el tiempo…”
□ “…no hay manera de sacarle de la casita en toda la sesión…”
□ “…es incapaz de sentarse y escuchar…”
□ “…nunca quiere salir de la sala…”
□ …
Posiblemente pudiéramos crear entre todos un interminable listado de dificultades que vivimos en la sala de psicomotricidad, cada uno aportando sus matices y variaciones. Sin embargo, si nos pusiéramos a analizarlas en su profundidad quizá nos sorprendiésemos al descubrir que la mayor parte de estas dificultades, si no todas, comparten orígenes comunes para todas las personas. Este artículo pretende ser un estímulo en la toma de conciencia de la dificultad, para mirarla y examinarla desde la distancia necesaria que facilite la visualización y comprensión de la misma.
Quizá un posible punto de partida sea escucharnos a nosotros mismos hablar de la dificultad. ¿Qué palabras empleamos? O dicho de otro modo, ¿Cómo hablamos de aquello que nos causa dificultad? En ocasiones, cuando hablamos de esos niños difíciles utilizamos términos absolutos, tales como “siempre…”, “nunca…” que tienden a etiquetar y encerrar, y como consecuencia impiden ver y reconocer el conjunto de toda la expresividad motriz del niño o la niña en cuestión. Es decir, nos impide ver la totalidad de su Estar y su Ser en la sala. Con suerte, otras veces nuestras descripciones de la situación de dificultad van acompañadas de expresiones algo más esperanzadoras y generadoras de confianza como las que inician con un “…todavía no…”, “aun no…”, en las cuales se denota una dosis de confianza y cierto permiso a esa manera de expresión por parte del niño o la niña, aunque todavía no responda exactamente a la expectativa del adulto. Así pues, solamente nuestra manera de hablar del conflicto quizá nos dé algunas pistas que comiencen a orientarnos sobre el origen de esa dificultad.
¿Cuándo sentimos la dificultad? Generalmente nos sentimos en dificultad cuando no comprendemos lo que realmente sucede, o cuando nos sentimos desprovistos de los recursos necesarios para dar respuesta a una situación. El profesor Aucouturier en su libro los Fantasmas de acción explica que las dificultades del psicomotricista en la sesión se producen ante los comportamientos problemáticos entre los niños o con relación al dispositivo. Si en algo nos especializamos los psicomotricistas es en la capacidad para ver más allá de la acción del niño, con el objetivo de reconocer su necesidad profunda, y responderla. Los adultos somos muy hábiles en atascamos en una lectura más superficial de la acción y tratando de dar respuesta a lo que piden, pasamos por alto lo que realmente necesitan, lo cual suele ser el motivo del conflicto. Como probablemente la situación no se resuelva, el resultado de todo esto es que el niño se siente incomprendido y el adulto se siente incompetente.
Por tanto, si queremos comprender debemos dirigir nuestra mirada hacia el sentido profundo de la acción de los niños, preguntándonos: ¿qué quiere decir con esta acción?, para reconocerla, nombrarla y ofrecer una posible respuesta de solución.
Tanto la dificultad para comprender el sentido profundo de la acción del niño, como la falta de respuestas ajustadas, puede deberse a la inexperiencia, o a una insuficiente reflexión teórica. Pero cuando la causa no responde a ninguno de esos dos supuestos mencionados, y sin embargo se mantienen situaciones similares que nos ponen en jaque; que “nos persiguen” año tras año; que nos hacen sentir incomodos, cuestionados, poco competentes, en definitiva, sentimos tambalearnos en nuestros propios apoyos, imposibilitados de mostrarnos ante los niños como sólidas figuras de Seguridad y Ley, es momento de orientar la mirada hacia uno mismo.
Algo en lo que podemos apoyarnos cuando las dificultades acechan, es en el Encuadre. El encuadre es ese marco segurizante que establece los límites de la acción y la relación entre los participantes. Tiene por función contener, limitar y sostener siempre y cuando hayamos creado un marco coherente que dé seguridad a todas las personas que lo compartimos. Es una construcción física y psíquica que elabora el psicomotricista para garantizar tanto la seguridad física como la seguridad afectiva, donde todos debemos saber lo que podemos y no podemos hacer dentro de un espacio de juego donde está permitido vivir la pulsión sin culpa.
A veces las dificultades vienen por falta de encuadre, como por ejemplo: tiempos de juego desajustados o insuficientes para la edad del grupo; rol del psicomotricista no suficientemente claro en la institución o para el grupo de niños; rupturas inesperadas de encuadre…etc. A veces puede ser nuestra propia relación con el encuadre lo que genera la dificultad. ¿Siento que los encuadres me sostienen, o todo lo contrario?
Pero si seguimos buceando hacia los orígenes de la dificultad llegamos irremediablemente a preguntarnos el porqué de la misma. ¿Por qué me encuentro casi siempre ante las mismas dificultades? Y llegados a este punto, o a este interrogante, no podemos escaparnos más ni seguir eludiendo nuestra propia responsabilidad ante la dificultad que sentimos con ciertos niños o ciertas situaciones de la sesión, ya que las respuestas a estos porqués suelen tener mucho que ver con nosotros mismos. Álvaro Beñarán nos decía en las XII Jornadas de Práctica Psicomotriz de Escuela de Luzaro, que los niños actuales no ponen en crisis a la Práctica Psicomotriz Aucouturier, nos ponen en crisis a nosotros como psicomotricistas, a nuestros propios recursos.
¿Cuáles son las situaciones que nos ponen en crisis? Al inicio del documento se ejemplifican algunas de ellas las cuales podríamos sintetizar en: conflicto ante la agresividad, conflicto ante el conflicto, conflicto ante la dificultad de separación y expresión de muerte, conflictos con la autoridad, conflicto con los límites, con el control, con la identidad sexual, con el reconocimiento, con el sentimiento de exclusión o pertenencia al grupo… todos ellos aspectos cruciales de la persona que están en la base de su construcción subjetiva y su manera de estar en el mundo. Cómo seamos de capaces para gestionar nuestra propia relación con la agresividad, con el conflicto, con la separación…etc., será clave para obtener recursos de acompañamiento en el manejo de la agresividad, del conflicto, de la separación…de los niños y las niñas. De la misma manera que no podemos dar aquello que no tenemos, no podemos acompañar a gestionar aquello que nosotros mismos no gestionamos porque aun supone un punto conflictivo en nuestro desarrollo (o si lo hacemos requerirá una enorme energía por nuestra parte). Y si agudizamos más nuestra mirada quizá lleguemos al núcleo, al meollo de la cuestión, que posiblemente tenga que ver con nuestra propia pulsión. Mª Ángeles Cremades lanza en sus seminarios de Formación Personal la pregunta de ¿Cuál ha sido el camino que ha tomado nuestra propia pulsión?, ¿dónde la teníamos?, ¿la hemos canalizado?, ¿la hemos tapado, castrado…para sobrevivir…?
Como psicomotricistas abrimos un espacio físico y psíquico para que los niños y las niñas puedan vivir la pulsión sin culpa. ¿Y nosotros los adultos?, ¿nos damos el permiso para vivir la pulsión sin culpa? ¿Existimos suficientemente para unos niños a los que les damos el permiso de vivir y expresar su propia pulsión sin culpa? Porque en definitiva lo que hace el niño difícil es pedir “a gritos” con toda su expresividad motriz, encontrarse con un otro que Exista para él. Un otro resistente y consistente con el que poder afirmarse y diferenciarse sin miedo a perderlo. Una vez más, somos ese otro para el niño en función de cómo haya sido nuestra propia historia. Lo que hayamos hecho cada uno de nosotros con nuestra propia pulsión será bastante determinante a la hora de relacionarnos con los niños, de comprenderlos, de acompañarlos… este es el motivo por el que a veces nos descubrimos reaccionando, sin control voluntario, ante situaciones que nos superan. No obstante, en la medida que hacemos consciente el camino que nuestra fuerza de vida tomó, independientemente del que fuera, nuestra actuación y relación con los niños estará menos teñida de nuestra propia historia. De esta forma nos sentimos más libres y dueños de nosotros mismos, además de ofrecer modelos de actuación más dignos de ser imitados.
Y para finalizar quizá la pregunta más trascendente de todas sea ¿Para qué sentimos esa dificultad? ¿Tiene algún sentido que me encuentre cada año con conflictos semejantes? No cabe duda que los niños en la sala de psicomotricidad nos hacen de espejo, y nos muestran partes de nuestra propia persona con las cuales no podemos o no queremos confrontarnos. Puede incluso que no seamos del todo conscientes de que existan ciertos conflictos en nosotros, pero existen, y en la relación que establecemos con los niños se representan, originando interferencias en nuestra disponibilidad, en nuestra escucha…, en definitiva en nuestra calidad de relación con los niños y las niñas. Gracias a esos pequeños maestros podemos verlos. Podemos vernos.
Si consiguiéramos mirar la dificultad y el conflicto desde otro lugar, si pudiéramos entenderlo como oportunidad de aprendizaje y por tanto de crecimiento, quizá llegue un día en que los miremos con agradecimiento por las posibilidades de evolución que nos brinda su mera existencia. Porque nada es casual y todo es perfecto tal y como sucede, aprovechemos las situaciones que la vida nos plantea para avanzar, por muy difíciles que sean, y ofrezcamos a los demás otros modelos de actuación, que no de reacción, ante las situaciones complicadas. Creo que ya es hora de que todos nos pongamos manos a la obra, y siento que como psicomotricistas tenemos unas adecuadas herramientas y un lugar privilegiado para conseguirlo.
Eva Torres Belinchón
Referencias Bibliográficas
- Apuntes cursos de formación CE.FO.PP
- Apuntes XII Jornadas de Práctica Psicomotriz Escuela Luzaro. La infancia actual y la evolución de la práctica psicomotriz. Noviembre 2015
- Aucouturier, B. (2004) Los fantasmas de acción y la práctica psicomotriz. Barcelona: editorial Graó.
- Aucouturier, B. (2012) L’enfant terrible ¿Qué hacer con el niño difícil en la escuela? Barcelona: editorial Graó.
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